NUESTRO PRESBITERIO

Presbiterio Crístico

La Obra de Consagración comienza su acción pública el 1 de noviembre de 1997, con el primer Cuerpo de Sacerdotes y la recepción del Libro de la Ley para la Consagración del Creyente, Orden espiritual que nos rige hasta hoy y por el tiempo que Cristo determine.

El año 2001, fuimos reconocidos como Entidad Religiosa con Personalidad Jurídica Rol 00068, de la Ley n° 19.638 del Gobierno de Chile. Nuestros estatutos están debidamente inscritos y son públicos.

No somos una iglesia como el Mundo y el creyente en general la concibe, somos un Camino Espiritual, para los fines espirituales y de trascendencia que Cristo declara.

El Sacerdocio de Cristo es el Sacerdocio Original, un Sacerdocio igualitario que no hace diferencia entre el Hombre y la Mujer.

Es un compromiso, un pacto de Fe, un Convenio Sellado con el Reino, que fija nuestra Pertenencia a Cristo, y nos pone al servicio del Plan de Salvación declarado por El Verbo, en tiempos de Tribulación y preparación de su Segunda Venida, en Plena Potestad Divina y nunca más encarnado en Hombre.

Por lo tanto, consagrar la vida a Cristo bajo sellos sacerdotales, es morir, entregar, vomitar todo aspecto y forma de vida pasada, llevada desde los modos aprendidos del mundo, que fueron contrarias a los Mandamientos y Principios crísticos, para ponerse bajo el Orden Espiritual y de coherencia sacerdotal que la Pertenencia a Cristo exige. Eso se llama Nacer de Nuevo. 

El Sacerdocio es entonces, vivir al servicio de Cristo, para los fines y planes que Él ha definido, y bajo el Orden y las Fórmulas que su Autoridad declara.

El Sacerdocio nada prohíbe, más no todo lo que el ser trae como bagaje de vida es recto y digno ante el nuevo orden al que se consagra. El sacerdote trabaja, tiene familia, amigos, pero ahora sus modos de relacionarse, las tomas de decisiones, serán las que su coherencia sacerdotal dictan.

El Presbiterio es un Sacerdocio de Servicio, cuyo Poder está en la Oración crística. 

El Testimonio y la Oración son nuestros pilares para enseñar, exhortar, socorrer, bendecir, y guiar a todo Hombre y Mujer de fe en Cristo para: a) que restaure su Fe en Cristo, estableciendo una relación directa y personal con Él, basada en la coherencia, siendo crístico-a en todas las áreas de su vida; y b) guiar al creyente en la investigación del Camino de Consagración, para que se prepare a recibir el Bautismo que lo sella cuan Consagrado y Sacerdote perteneciente a Cristo.

Estando Salvos por la Gracia del Hecho Crístico, si se está activo-a en esta dádiva, no es necesario consagrarse al Sacerdocio de Cristo, más si el llamado del Espíritu que habita en el Ser clama por servir al Plan, hay una puerta abierta que Cristo ha dejado para todo Hombre y Mujer de Buena Voluntad. Porque por fe, quizás muchos quieran tomar el camino del Sacerdocio, pero el servicio al Reino requiere de Buena Voluntad para ir en pos del Cielo y dejar lo mundano y poner lo humano en función del Gobierno del Espíritu.

Poner por Obra la exacta Voluntad del Padre, es mandato claro y reiterativo en la Palabra Viva de Cristo, y esa Voluntad no es la propia misión, tampoco lo que cada uno imagine, ni para propósitos individuales. Esa Voluntad está en el Espíritu Original con el cual, por la Salvación, hemos sido agraciados.

Para llegar a conocer tan alto designio puesto en el Ser, es imprescindible, ser guiados por un Dios, y el único Dios que tiene la potestad para ello es Cristo, el Elohim Mayor y Co-creador con el Padre.

Por lo mismo, el Nuevo Sacerdocio de Cristo, no es solo un deber de siembra hacia los demás, sino que también un deber de siembra en el propio surco del Espíritu, pues no hay sacerdocio real en predicar lo que no se aplica, ni práctica, ni se vive, y, por otro lado, no existe tal servicio al Reino si no se expande la enseñanza del Evangelio y la Ley de Consagración para el creyente: a eso se refiere Cristo cuando manda a los suyos a compartir su luz y no dejarla bajo la mesa.

Por el Don del Espíritu Santo, el sacerdote ejerce Carismas en su Sello Presbiteriano, y por este mismo Poder puede guiar y bautizar por Aguas a todo quién se consagre al Plan de Cristo. La Madre Sabiduría, es El Magisterio y Poder que todo nos enseña y permite, por Oración, Meditación y Discernimiento, hacernos receptivos a la inducción del Espíritu que nos habita y obedecer a Cristo en el ejercicio sacerdotal.

El Presbiterio se dignifica, en nuestro Sacerdocio no existe el avance espiritual sin mérito y convicción de fe. Es Cristo quien escruta el interior de sus sacerdotes y Sentencia avance, o instancias de madurez acotadas y bien delimitadas, que impidan manchar y trasgredir el camino gradual hacia el Pleno Gobierno del Espíritu. Este gobierno, es accionado en el cumplimiento de los deberes del Sello y por coherencia sacerdotal en todo ámbito de vida. Y es así, como nuestro Sumo Sacerdote, El Verbo, llama a quienes, por designio de su Espíritu, pueden alcanzar las alturas del Sacerdocio de Melquisedec.