“Por tanto, si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y presenta tu ofrenda.”
Mateo 5, 23-24 (de las ‘Bienaventuranzas’)
“Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes caer en tentación y líbranos del Mal.”
Mateo 6, 12-13 (de Oración ‘Padre Nuestro’)
Sin duda existen episodios en nuestra vida que nos dejan atados a situaciones que no nos permiten caminar libremente, o avanzar sin sentirse dependiente de personas o hechos que nos han producido gran dolor. Una falta grave, un daño imborrable o irreparable, un hecho muy violento, una herida muy profunda… que sin duda no puede ser borrada con el sólo paso del tiempo, o con la lejanía de los hechos y sus protagonistas, o con el intentar no recordarlo más. Caminamos por la vida con esta cruz amarrada a nuestras espaldas sin saber cómo liberarnos; y basta un simple hecho o recuerdo para que sea gatillado en nosotros el recuerdo de ese episodio doloroso que aún está latente en nuestra memoria y en nuestro corazón… y que hoy se manifiesta tan vigente como el día en que ocurrió.
¿Qué podemos hacer entonces para liberarnos de esto?: ¿acaso dejarnos llevar por lo que sentimos en nuestro corazón o por lo que nuestros instintos nos dictan, o quizás los soportamos hasta el final de nuestra vida en donde creemos que todo será borrado? ¿O confiamos en Cristo, Quien nos entrega el portento del Arrepentimiento y Perdón para liberarnos de verdad y definitivamente de tales Deudas y Deudores?
Optar por lo primero implica permanecer justamente allí donde el Mal quiere que estemos, porque es justamente el Demonio quien nos tienta a justificar todo acto de venganza o de propia culpa que creamos justo, pero igual sin olvido y en el fango del dolor; y esto puede tener consecuencias graves en nuestra existencia, sobre todo si es inducido por un corazón que está rebosante de rabia, dolor, resentimiento, ira, pasión…, pues estaremos actuando en el sentido diametralmente opuesto al que nos entrega y enseña Cristo.
Para nuestro Dios Liberador, el Cristo, el Perdón es un acto de gran Justicia y una purificación absoluta ante Él. Entonces, primero debemos reconocer que si los errores o aberraciones que hemos cometido son por inocencia o por negligencia. Un error por ‘inocencia’ es cuando no hay intención, cuando se comete aberración sin consciencia del mal, cuando se quería de corazón justamente lo contrario, hacer un bien. En cambio, un error por ‘negligencia’ es cuando existe la intención de causar un efecto determinado que a la larga ocasiona daño, incluso a sí mismo o cuando se tiene consciencia (y previo pensamiento) de que la acción es errónea. Para esto se debe realizar una reflexión retrospectiva, profunda y crítica, honesta y objetiva, de los hechos. Si identificamos ‘negligencia’ nuestra en ciertos hechos, debemos presentar ante Cristo nuestro Arrepentimiento profundo, en donde éste será verdadero si identificamos las Causas que motivaron nuestra errada acción, y sólo así nos liberaremos de nuestras Culpas. Si hubo ‘inocencia’ en otros hechos, basta pedir Perdón a quienes dañamos, o si no fuese posible, de todas maneras pedir perdón a Cristo con el compromiso siempre de nunca más cometer nuevamente los mismos errores. Para el caso en que hayamos sido víctimas de errores o aberraciones de otra(s) persona(s) sobre nosotros, con igual honestidad veremos si estamos dispuestos a perdonar, porque si eso no fuese posible al sentirnos profundamente dolidos o dañados, lo declararemos ante Cristo y entregaremos en Sus Manos el asunto, confiando en Su Justicia, y comprometiéndonos de igual forma a no volver más sobre el asunto.
Entonces, si todo se hace con total honestidad, alcanzaremos la verdadera Liberación que Cristo nos entrega, dejándonos Él definitivamente sin Deudas ni Deudores, es decir, Purificados. Y es justamente esto lo que Cristo quiere enseñarnos en la Oración dirigida al Padre, pues todo debe ser y entregarse en consciencia y por propia opción. Que no caigamos en la tentación de querer zanjar nuestros asuntos sin presentarlos ante Cristo, porque en el paso por la muerte sí o sí estos serán tomados en cuenta; pero si ya nos Liberamos… ya no serán considerados.
El Sacerdocio de Cristo ofrece su Asistencia Espiritual para ayudarles y guiarles hacia esta Liberación ante nuestro Dios. Porque sabemos que las Culpas, el Dolor, los Resentimientos, las Iras, las Amarguras, etc., aún permanecen en muchas personas, pero que lamentablemente aún no logran romper estas ‘cadenas’ que los mantienen encarcelados. Estamos conscientes también que Dios se ha acercado en estos Tiempos a todos quienes han clamado Su Consuelo, y tienen la Buena Voluntad de ser fortalecidos en su fe. Reunámonos entonces en torno a la Oración, a la Meditación y la reflexión Espiritual de los Evangelios para acercarnos a Cristo… y no olvidemos que gracias al Arrepentimiento y el Perdón podremos presentarnos más purificados ante Él en Oración, y presentarle nuestras ofrendas. ¡Contáctenos!